martes, 19 de noviembre de 2013

Mi infancia son recuerdos...


Nuestro profesor Ángel nos envía otro estupendo relato autobiográfico. Gracias, compañero, por deleitarnos con tu arte tan humano y vívido de contar.

De pequeño, pasaba los veranos en Torrevieja, en la casa de mis abuelos maternos. La luz, el mar, los castillos de arena, el sol, la diversión... Todo eso eran mis abuelos. Mis padres, sin embargo, preferían pasar las vacaciones en el pueblo y contar lo bien que les iba en Alemania.

 Aunque era un niño, era consciente de que no se podía gastar por gastar. No quería suponer una carga para la economía de mi mamá Fica, mi abuela. Pero enseguida se dio cuenta. Y una mañana, después de desayunar, me confesó al oído:
- Angelito, al guardar la ropa, he escuchado el sonido de unas monedas en un bolsillo de una chaqueta que tienes colgada en el armario de tu habitación. 

Me acuerdo como si me lo acabara de decir. Yo no daba crédito a lo que me decía. Y sin perder un segundo fui a comprobarlo. Justo en el bolsillo izquierdo de la única chaqueta que me puso mi madre en la maleta para pasar ese verano encontré cinco pesetas. No me lo podía creer. Por fin podría quedar con mis amigos en la piscina de toboganes multicolores que había detrás de los edificios en primera línea de playa donde la mayoría de nosotros vivíamos. Era el niño más feliz del mundo... Salí a la terraza donde se encontraba mi abuela mostrando las monedas como si de un tesoro se tratara. Y a continuación me dijo muy solemne: 

- Muy pocos niños tienen una chaqueta con un bolsillo mágico. Sólo si te portas bien seguirás encontrando, de vez en cuando, algunas monedas. Comparte ese dinero y no lo malgastes.



Así era mi abuela. Nunca fue al colegio, pero qué sabia era

Ángel Sánchez Máiquez

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